domingo, 26 de julio de 2015

Pieles

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La textura de lo humano, de la solitud, del esperpento, un ensayo vital, un lienzo tatuado con instantes y soledades, una bandera echada al viento en lo alto de una ciudad; Benedetti lo llamaba “des-exilio” un andamio construido para sentirse ausente exilado en la misma patria.



Gabriel Cisneros Abedrabbo, (Latacunga 1972)  nombre y figura memorable, inca y encona en la denominada novísima literatura ecuatoriana, consiente de un desértico paisaje donde la intromisión debe claudicar, es urgente, es impostergable; las voces deben sumar el gran grito.



La patria primigenia de todo ser humano, su espacialidad, su esencia, su contexto siempre será la piel, una suerte de consigna y juramento, un samurái contemplando la caída de las flores sobre el pasto, el sosiego del agua de un cántaro roto, todas las formas, la eroticidad de la palabra, la agudeza del desamor el cuchillo cercenando la carne de la distancia. Todo.



Cisneros Abedrabbo, presenta Pieles, un gajo y gaje insondable, un demonio que acorrala a ese oficio de la escritura; un hombre son las ciudades que habita, un cuarto de paredes rugosas con un techo infinito, un golpe en la puerta, en el corazón.



“Pieles” de Cisneros Abedrabbo ha llegado para conmover, para tocarse, para acariciar, por eso que ahora admiraremos, esa desnudez en una performance que dibuja la danza, la nombradía, el eco, el habitante desolado, la acción alcanforada de escribir sobre la extensa vida.



Cisneros no es más el poeta, no es más el escritor, es la esencia, el manojo de palabras, una sintaxis madura, una víctima de la literatura, una trama que forman la dignidad humana, la poesía misma, el empresario de su propio talento.



“Pieles” poética de la ausencia, reafirmación y legado, un pretexto para sondear, tantearse, sentirse del alama a la piel, esa otra epidermis llamada constancia.