I
Cruzar la calle, apear el paso, la
zancada.
Detenerse y titubear como un cachorro
asustado ante el tráfico trashumante de un viernes en las esquinas del dámero.
Traspié. Que el amor siempre se hace
en la guerra, en las guerras, en ese tropel de defender la única noción de
patria, la vida.
Habrías entonces de corregir el trazo, la plana,
Esa necedad de necesitarte, esta falacia de faltarte,
esa extrañeza de extrañarte.
Nunca pensé que las palabras dibujadas en el aire
fueran a darme otra razón para iluminar.
II
La ciudad sigue espantosamente deshabitada
Sólo a algunos se nos ha concedido el pronunciar el
amor, privilegio al fin.
Al resto el rumor, las tosesitas falsas, la
charlatanería, el barullo de desperdiciarlo.
Tengo una urgencia de vos que me aniquila
Arremete, arrincona contra el olvido.
Hambruna de besos
(No se porque todavía distingo los pasos que se me
acercan con tus tacones de aguja)
Angustia de mares
Ansiedad y vacíos…
¿Cómo decir lo que es hueco
de tu envestida que ha dejado en mi pecho?
Hambruna de gestos
Anemia de espasmos.
La ciudad sigue espantosamente deshabitada
Yo cierro el libro sin buscarte.
el tiempo reagrupa las pesadillas, extraño,
denodado.
Los abrazos me haces falta, aquí cuando los faltos
abracen,
los besos labien, las bocas
palabren, y atardezcan las calles. Haces falta.
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