martes, 27 de julio de 2010

DANAÉ Y EL ORNITORRINCO




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Vittorio sentado frente a la Casa Rosada recordó un pasaje poco casual de su infancia, se percató de un pasador desatado, una calle de polvo, una vereda en Rosario, Lina, su madre haciéndole señas desde lejos, el sabor de los besos de Jóse, la desaparición de Danaé, el cuadro de Gustav Klimt, lo profeso de su espera, una cuerda zafada de un violoncelo desafinando la ópera, los ojos de Gilda, un gato acicalándose pacientemente junto a las palomas, el temor por la lluvia, su fobia a las ambulancias, miró miles de hojas volantes de los desaparecidos, el indulto.

Si el tiempo fuera lo que dicen: un lápiz de carbón avanzando estrepitosamente sobre una hoja blanca con rasgos de rostros dibujados en mitad de la oscuridad.

Ella lo dijo: cuando cerramos los ojos sentimos como el tiempo transcurre, como se dilata, se escurre, entonces comprendemos que la distancia entre decir estoy y estuve es aceptar el vacío, es un abismo que se topa con las manos estiradas, levantándose, de puntillas. El amor es…

Por el contorno de la Plaza de Mayo hay un letrero legible para mis gafas, a escasos metros de la farola en letras negras dice: AQUÍ NO ES, y aunque la negativa sorprendía al más lúcido la liturgia de crear al otro era inútil, resurgía desde su angustia, cabizbajo, escéptico, demorándose en cada letra, subiendo y bajando, como releyendo con el dedo, apropiándose de cada letra, así, Vittorio, entumecido el corazón, divisó la nomenclatura de la calle adyacente, se inclinó de súbito, detenido ante la operación aparentemente más sencilla de un humano le inundó el terror de las simples operaciones, arrancar una flor, cruzar una calle, ir al cine, besar, respirar, tocar el violín; se incorporó aún con los cordones desatados y miró en el cielo dibujadas las partituras de Op. Nº25 de Chopin para violín y en toda esa música un enorme dragón rojo de siete cabezas descendía antes que el olvido lo envuelva todo.

xxi



…Cuando nuestros nombres ya nada signifiquen (…)
Roberto Bolaños


Cómo puedes comprender que Bolaño esté muerto como dicen los diarios.

Da lo mismo estar aquí en Buenos Aires, en Santiago, pasearme por Orange City, en el Park the Priscentong, Nueva York, leer un párrafo completo de Putas asesinas y afirmar con la cabeza, visitar a la Guadalupana, Ciudad Juárez, el D.F., desayunar temprano donde iban los Detectives Salvajes, porfiar el clacksong a la puerta de Octavio Paz; deambular sin preocupaciones por Montmartre, por Hamburgo, estar allá, aquí, da lo mismo, sí que lo da; lo que en realidad no es lo mismo y a mi me pasa, es que él esta muerto, lo he leído en el diario y me ha dado un luto enorme, porque me robe un par de palabras para dedicarlas a ella: a Dánae, ella, y Dánae sea ella, y ella sea ella. Y no es lo mismo que aquí sea allá y Bolaño haya dejado un libro inconcluso y yo quiera abnegadamente pasear nuevamente con Dánae por la plaza y contarle que mi desconocido amigo Bolaño no está, que no es lo mismo. Mientras ahora espere que venga para irnos al cine y espere en vano, y llueva, y yo llore: por Dánae, por Bolaño, por ella.


Capital Federal Buenos Aires Verano de 2003, algún olvido 2007.

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