La
limitada producción literaria en Cotopaxi genera hálitos cada vez más
comprometidos y alentadores, respuesta necesaria y urgente sobre la
praxis política de nuestra cultura: leer y crear, decir con las palabras
lo que somos, identificar con el índice del orgullo cívico los rincones
y los nombres de los verdaderos valías humanos.
La publicación de la editorial Casa de la Cultura de Cotopaxi del libro “Valores humanos en Cotopaxi” insufla de generosa nueva sangre editorial a las letras locales.
Su autor, Paúl A. García Lanas (Latacunga - octubre de 1965), ha dedicado parte vital a la investigación de la historia social local; la publicación de un puñado de hombres y mujeres de Cotopaxi, que como advierte su autor acierta al vertiginoso andamio de la modernidad con el auxilio de la imagen para que las generaciones actuales puedan identificar así el rostro de los ausentes, de los anónimos, porque para muchos son desconocidos una pléyade de nombres a veces circunscritos a la nomenclatura de ciertas calles.
Acertado y devoto García demora su reflexión sobre la urgencia de reconocernos, reconocer el legado, la filantropía, el altruismo, el intelecto, el civismo y desprendimiento a salvaguarda de los destinos de la tierra que los vio nacer o que los acogió como sus más íntimos hijos.
Más allá de vanaglorias, de lisonjas o apresurados decoros para salvar la amistad está la dignidad y la honestidad, está esa honestidad intelectual de demostrar en la acción lo que a veces corroe la charlatanería, porque resulta condescendiente finalmente hacerlo; en buena hora por el esfuerzo compilatorio en pequeñas semblanza de ilustres ecuatorianos nacidos en Cotopaxi.
Que el esfuerzo editorial contamine la iniciativa de otras entidades encargadas de tales fines: la educación en valores, en ejemplos y testimonios de vida.
La publicación de la editorial Casa de la Cultura de Cotopaxi del libro “Valores humanos en Cotopaxi” insufla de generosa nueva sangre editorial a las letras locales.
Su autor, Paúl A. García Lanas (Latacunga - octubre de 1965), ha dedicado parte vital a la investigación de la historia social local; la publicación de un puñado de hombres y mujeres de Cotopaxi, que como advierte su autor acierta al vertiginoso andamio de la modernidad con el auxilio de la imagen para que las generaciones actuales puedan identificar así el rostro de los ausentes, de los anónimos, porque para muchos son desconocidos una pléyade de nombres a veces circunscritos a la nomenclatura de ciertas calles.
Acertado y devoto García demora su reflexión sobre la urgencia de reconocernos, reconocer el legado, la filantropía, el altruismo, el intelecto, el civismo y desprendimiento a salvaguarda de los destinos de la tierra que los vio nacer o que los acogió como sus más íntimos hijos.
Más allá de vanaglorias, de lisonjas o apresurados decoros para salvar la amistad está la dignidad y la honestidad, está esa honestidad intelectual de demostrar en la acción lo que a veces corroe la charlatanería, porque resulta condescendiente finalmente hacerlo; en buena hora por el esfuerzo compilatorio en pequeñas semblanza de ilustres ecuatorianos nacidos en Cotopaxi.
Que el esfuerzo editorial contamine la iniciativa de otras entidades encargadas de tales fines: la educación en valores, en ejemplos y testimonios de vida.
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