lunes, 29 de septiembre de 2014

El cielo sobre la ciudad

En la noche primigenia, en el pavor de los abismos, cuando Dios separó la noche del día y las aguas de la tierra, su espíritu aleteaba por los confines; en esa noche creó a los ángeles para edificar la obra magna. En la ciega noche de Quevedo, la noche cansada y espantosa de Shakespeare, las cálidas sombras y el olor de combate de la noche de todos los héroes, eran centellas los seres etéreos; eran estrellas los ejércitos de ángeles arcángeles y querubines los protectores y mensajeros.

La astrología y el misticismo, la geografía, la nomenclatura de una calle o el nombre de una ciudad al Norte, la cruz del Sur, el Este lejano,  el salvaje Oeste, todas las puntas de la rosa de los vientos signo propicio de los ángeles, su estrella más distante.

Sobre la ciudad: el vuelo pardo de un ángel barroco, cenizo y dorado, rosado en mejillas brillante y labrado con el amoroso cincel de una escuela colonial: Pampite, Mideros, Legarda, Miguel de Santiago, habitando el retablo con coros alados para adorar a los santos y vírgenes.

Gabriel, Miguel, Daniel, Nathael y otros tantos, cada uno con su semejanza divina, sus tareas: Gabriel anunciando a María la concepción divina, Miguel el gran señor de los cielos, quien como Dios, de cuyo trabajo sucumbe al mal en erguida batalla venciendo a Luzbel, señor de las sombras, en un “así sea” eterno e infinito.

Pero el Ángel de la Estrella, apea sus alas entre la cordillera de una ciudad para alabar a la señora del volcán, rogar por todos y proteger al Capitán; magnifico y grácil, como el rasgo fugas de una lluvia de estrellas; como la señal silente de inclinar la cien y esperar el designio divino que marca el destino que se escribe: “que otro día será”.

Ese mismo ángel sobre Berlín, las alas cobijando a otro ángel desnudo en las calles de Baltimore, Maryland, Londres, París; las mano sobre el texto de Withman; otro dictando  al oído a Alejandra Pizarnik; corrigiendo el color en una tela de Frida Khalo, contando los días de los olvidados; ese otro ángel anunciador Abadón apareciendo en los cielos para anunciarnos el fin; todos los ángeles ahora soy yo. Que orgullo, que honor, a vísperas de la vida lo reciproco de devolver un favor.

litorengifo@gmail.com / @cronopiolito


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