Victoria Vásconez Cuvi, figura feminista latacungueña nacida en 1891 hasta 1939. |
Cómo explicarte la historia si no
conoces a los gestores de los procesos sociales, la literatura está íntimamente
ligada a la historia, entre sus fibras se entretejen una suerte “confabularia” –para no ir más lejos de
la propuesta y justificación con que se
crearon los Bestiarios en el medioevo- pero esa diacronía ahora nos asalta por
el prisma con que Paúl García Lanas me ha convidado a asomarme ante un original
de la escritora, coterránea, Victoria Vásconez Cuvi, Ensayos Literarios editado y publicados en Quito hacia 1920,
hace un siglo exacto para certeza o azar de Paúl que quizá no midió esta
inquietud.
Hay un título sugestivo y
decadente como suelen ser los inicios de época y de manera general en contexto
en occidente las repercusiones eran radicales y precarias donde la
reivindicación de lo simbólico y la moral resistían el canon, la primera guerra
mundial, la depresión norteamericana, la hoguera bárbara con que testigos y
anónimos consternados e hipócritas, ruborizados, minimizaban el liberalismo y
su acrisolamiento en la vida pública del país, ese escenario era el que desde
un margen testificaba su tiempo el poeta Valencia Vizuete.
Paúl me dice que entre líneas,
sin pecar de impulso o entusiasmo, con cabeza fría Vásconez Cuvi adjetiva la figura
potente del poeta del dolor, su ensayo críptico posiciona un diálogo entre un
joven y un mendigo, pero cuidado, no un mendigo de harapos ni de caridad sino
un mendigo “poeta” que ha perdido la fe en lo humano, un anacoreta sumido en
una misantropía producto del “tedio”; sensibilidad femenina que sobresale como
la apología al oficio augusto de la poesía. Poesía que a pesar de la rutina, la
ruindad, la pobreza, el dolor, el desprecio, o todos los males que carcomen el
carácter humano, no destruyen el ego ni el matiz de la correspondencia o la
empatía con los prójimos que leen y se atreven a escribir.
Para no ser menos cómplices o
idólatras del caso Valencia, también ha compartido esta inquietud sobre la
condición humana con Fernando Jurado, y volviendo sobre lo ensayado la
personalidad y psique admirativa entre estas dos mentes extremas pero
brillantes, Vásconez y Valencia, desde sus condiciones, podría verse una
consecuencia y admiración ante el mundo sensible entre estos personajes
contemporáneos.
Que el tiempo provoque lo que la memoria no logra elegir (...)
Que el tiempo provoque lo que la memoria no logra elegir, de la admiración al afecto correspondido existe una
zanja que causa vértigo saltarla, creo que Vásconez mimetizó su sentimiento con
este réquiem a su propio espíritu, eran las noticias o los ímpetus de intelectuales
de la época que con golpes de pecho amilanaban su indiferencia ante el poeta
Félix Valencia y su desenlace interesó a cantores populares para extender esa
eternidad con que el amor correspondido prevalece: una canción.
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