Detalle Manuficiencia símbolo de la filantropia en el monumento a Vicente León y Argüelles el mayor benefactor latacungueño del "Siglo de las Luces" Fotografía de Archivo MAR. |
La magnificencia de
los pueblos y su constitución se refleja en el altruismo y devoción
nacionalista por sobre todas las cosas; ninguna censura puede desmitificar la
supremacía axiológica de valores humanos que demostraron hasta la saciedad su
fervor, amor y legado a su patria chica.
Latacunga en su
constitución histórica se ha reflejado por una cualidad mayúscula en la real
dignidad humana; pero estos nombres pasan desapercibidos en los sentidos de una
verdadera identidad que trasluce por la despreocupación y parricidio absurdo,
de esa suerte de negación, de esa ignorancia arribista que corroe hasta el
tuétano del ciudadano.
La ciudad ha nutrido
la sabia fecunda de la filantropía, la
cualidad por antonomasia de sus hijos ha brillado en el pretérito amor al
género humano y a todo lo que a la humanidad respecta, particularmente en el
desprendimiento expresado en la ayuda desinteresada a los demás.
Su inicial
preocupación ha sido para los latacungueños el pilar de la educación, que fuera
descuidada y desnutrida; Don Juan Sandoval y Silva, a mediados del siglo XVII,
donan 35 mil pesos para fundar una Escuela de jesuitas. Doña Luisa Sayas de
Galindo en 1673, destina el fundo Tiobamba para la escuela d los prenombrados
religiosos. A finales del siglo citado XVII, Don Diego de la Mata, cuya familia
ya radicada en Latacunga, dona cosa de 50 mil pesos para el Colegio de las
Carmelitas.
Ana Páez de
Trastamara, dona para la fundación de un hospital sus bienes en Cusubamba y su
hermana Mercedes Páez de Trastamara, apoya la obra haciendo igual donación de
sus bienes para remediar siquiera en parte el dolor y la miseria, y acudir a
ellos con ayuda.
En el advenimiento
del siglo XIX, el más ilustre de los latacungueños, el Dr. Vicente León siendo
“Hijo de este pueblo, muere siendo Padre de él” uno de los humanistas,
magistrados y eruditos de la justicia y el derecho desde el Perú dona sus
bienes de fortuna a su Patria Latacunga, “para que en ella se funde un Colegio
de Segunda Enseñanza en el cual la juventud de esta ciudad pueda formarse bajos
las luces del saber”, cuya fundación pervive desde 1842 en está ínclita entidad
formadora de juventudes.
El Dr. Rafael
Quevedo, Rector del Colegio que se fundó con los bienes del Dr. León, hace
donación de un mil pesos para engrosar los fondos del Colegio.
Don Pantaleón
Estupiñán dona sus haciendas, casas dinero, para beneficencia, asilo de
ancianos, auxilio y educación de la niñez; Don Ramón Barba Naranjo, dona sus
bienes para la Escuela de Artes y Oficios, donde hoy funciona el edificio
principal de la Escuela Superior Politécnica del Ejército sede Latacunga.
Belisario Quevedo Izurieta, Latacungueño nacido un 6 de noviembre de 1883 |
Rafael Vásconez Gómez
quiso apoyar a la escuela de Artes y oficios y dona para la fundación que
llevaría su nombre una cuantiosa suma, local donde funcionará el Colegio Ramón
Barba Naranjo. Moisés Vega, entrega casi todo el patrimonio de su vida de
honradez y sacrificio al Instituto Estupiñán para que se funde un Monte de
Piedad.
El Dr. Manuel Tomás
Maldonado proporciona el servicio de luz para Guaytacama cediendo el uso de las
aguas de su hacienda.
Todos estos nombres,
relegados algunos, otros sólo advocados a la nomenclatura de calles, perviven
en el anonimato y la desidia; desdicha que debe ser superada con orgullo de
formar parte de esta tan hermosa tierra, como replicaría el poeta: Pensil de
los andes (…) tierra de: filántropos, sabios y grandes.
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