“Hay que darle un sentido a la vida, por el hecho mismo de que carece de sentido”.
Henry Miller
Hubo una época en que los adolescentes para demostrar su espíritu de transgresión decían, sueltos de lengua, que habían leído Los Trópicos, de Henry Miller, algo osado para la mayoría. La obra de este autor estuvo por décadas estigmatizada con el mote de literatura porno y prohibida en las bibliotecas. Corrió similar destino que la de otros otros autores, como el Marques de Sade, D.H. Lawrence o Anaís Nin, a quienes los enmarcaron en la llamada literatura erótica.
Miller representa la antítesis del llamado estilo de vida americano, al que él odiaba, por considerarlo decadente, hipócrita y mojigato. Se convirtió en su más encarnizado detractor y enrumbó sus dardos contra sus pilares: la familia, la religión y el orden social. Sus escritos eran bofetadas contra el conformismo y la sociedad puritana, y sus herramientas para la mofa eran el sexo crudo y duro y la mordacidad del lenguaje.
Henry Valentine Miller nació en Brooklyn, Nueva York, el 26 de diciembre de 1891. Sus primeros años transcurrieron viviendo en medio de la pobreza de esa ciudad, a la que le profesaba sentimientos de amor y odio. Se matriculó en el City College y en la Universidad de Cornell, pero abandonó los estudios y se dedicó a diversos oficios, como asistente en una oficina postal o ayudante de construcción.
Para un espíritu inquieto e indomable como el de Miller, ser engullido por el sistema era algo inaceptable, así que abandonó los Estados Unidos para buscar suerte y aventuras en Europa y, sobre todo, buscar la manera de convertirse en escritor. Su llegada a París en 1930 fue una de las etapas más fructíferas de su vida y de la literatura. En esa ciudad comenzó a germinar su talento como escritor. En la Ciudad Luz durmió en parques o compartió habitación y comida con algunos amigos. A duras penas ganó algo de dinero dando clases de inglés a emigrantes extranjeros. La marginalidad fue la forma de vivir más divertida para él, fue la forma de verse libre de ataduras de cualquier tipo. Fue la libertad que tanto ansiaba, que le permitió hacer lo único que le interesaba: escribir.
Se rodeó de intelectuales como Anais Nin, Gilberte Brassai y Alfred Perlés, que lo impulsaron a escribir. Producto de ello salió su primera obra, Trópico de Cáncer (1934), con prólogo de Nin. Ella, aparte de ser su mentora literaria, se convirtió en su amante. Tuvieron una relación tormentosa, mezcla de sexo y amor por el arte. La misma Nin describiría esta relación en su obra Henry y June.
Luego Miller escribió Trópico de Capricornio (1939), su obra más conocida. El primer Trópico fue prohibido en Estados Unidos por considerarlo obsceno y le valió un juicio a su autor por pornografía.
Los trópicos son una descripción bizarra de ciudades como París y Nueva York, pero Miller las utiliza como escenario para sus vivencias autobiográficas, mostrándolas como receptáculos de perdedores, malvivientes y toda clase de charlatanes. Las aleja de ese mundo de postales turísticas. En ellas se muestran ambientes sórdidos, oscuros. Es el mundo de los prostíbulos, cafés de mala muerte y de la bohemia. El sexo lo utilizó como elemento de transgresión y está presente en toda su obra. Otra característica que Miller plasmó en sus novelas es la ausencia de estructuras narrativas clásicas. Forma un collage desordenado desbordante de furia, virilidad y hedonismo.
Posterior a su salida de Francia (1940) volvió a Estados Unidos para dedicarse por entero a escribir. De su pluma salieron obras como El coloso de Marussi (1941) sobre su visita a Grecia, a lo que seguiría la trilogía La crucifixión Rosa, compuesta por Sexus (1949), Plexus (1953) y Nexus (1960), una nueva mirada ácida y con un lenguaje crudo y descriptivo sobre el mundo del sexo, su inestabilidad matrimonial (en donde menciona el divorcio de su primera relación y su relación con June Mansfield con la que luego se terminaría casando) y la crítica social al american way life, al que nunca dejaría de señalar con dedo acusador.
Por su estilo directo y libre se convirtió en una especie de patriarca de la llamada generación beat, encabezada por Jack Kerouc, Allen Gisberg, William Burroughts y en precursor indiscutido del movimiento de liberación sexual de los 60 y en un ardiente defensor de la libertad de expresión por su lucha contra toda forma de censura. Su obra sigue generando controversia. Miller falleció el 7 de junio de 1980 en California.
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