Si me pidieran nombrar al azar a tres periodistas destacados y notables
del Ecuador contemporáneo citaría: José Peralta, Juan Montalvo, y el
imprescindible Eugenio Espejo; todos vigentes en su pensamiento crítico a
las realidades del país a pesar del paso del tiempo.
El 5 de enero de 1792 aparece Primicias de la Cultura de Quito, Espejo el primer periodista de la patria atina la urgencia de sabernos libres en el decir y más en el escribir como un verdadero acto de dignidad humana.
A 220 años de este atisbo luminoso de inteligencia, democracia, civismo, protesta, crítica y rechazo a la opresión y a la autocracia, a esas vanidades del poder incontrolable, a ese mismo tiempo de anhelo y defensa que no ha cambiado en nada el oficio y propósito del periodista: el fulgurar de la libertad y la defensa de la verdad más allá de egoísmos y peor aún de tiranías.
En esa nutrida argumentación sobre el oficio escribe Espejo: “Seamos cultos, seamos bellos, seamos libres” semántica que sigue vigente con altiva decisión a pesar de ese sordo acoso con el que se ha calificado a esta labor.
El periodismo puede sobrevivir sólo a través de personas que están concentradas no sólo en los acontecimientos superficiales, sino que también están interesadas en las fuentes y mecanismos detrás del comportamiento de la sociedad.
En denunciar sin temores incluso si las garantías son adversas o maniatantes. Ante nosotros aún está el mundo por descubrir. El poder a acosado y vilipendiado desagradecidamente este oficio, deshumanizando a través de epítetos incongruentes desde su posición, eso no atemoriza más bien alienta a seguir en el sendero correcto y delata los excesos y engreimientos que tiene el poder. Si otros tienen el poder de injuriar, también se tiene el poder de ignorarlos.
Espejo, de apellido indígena Chusig, lechuza, de apodo Duende, supo en íntima tolerancia soslayar el insulto del poder, la inteligencia incomoda -decía- sólo lo fatuo del poder calza en la adulación y el alago falso, el poder se cree sus propias mentiras.
La más hermosa de las profesiones que posee el ser humano es sin duda el periodismo, esta responsabilidad posee sus avatares, en ese tramo muchos pueden llamarse como tal, pero no todos pueden serlo.
El 5 de enero de 1792 aparece Primicias de la Cultura de Quito, Espejo el primer periodista de la patria atina la urgencia de sabernos libres en el decir y más en el escribir como un verdadero acto de dignidad humana.
A 220 años de este atisbo luminoso de inteligencia, democracia, civismo, protesta, crítica y rechazo a la opresión y a la autocracia, a esas vanidades del poder incontrolable, a ese mismo tiempo de anhelo y defensa que no ha cambiado en nada el oficio y propósito del periodista: el fulgurar de la libertad y la defensa de la verdad más allá de egoísmos y peor aún de tiranías.
En esa nutrida argumentación sobre el oficio escribe Espejo: “Seamos cultos, seamos bellos, seamos libres” semántica que sigue vigente con altiva decisión a pesar de ese sordo acoso con el que se ha calificado a esta labor.
El periodismo puede sobrevivir sólo a través de personas que están concentradas no sólo en los acontecimientos superficiales, sino que también están interesadas en las fuentes y mecanismos detrás del comportamiento de la sociedad.
En denunciar sin temores incluso si las garantías son adversas o maniatantes. Ante nosotros aún está el mundo por descubrir. El poder a acosado y vilipendiado desagradecidamente este oficio, deshumanizando a través de epítetos incongruentes desde su posición, eso no atemoriza más bien alienta a seguir en el sendero correcto y delata los excesos y engreimientos que tiene el poder. Si otros tienen el poder de injuriar, también se tiene el poder de ignorarlos.
Espejo, de apellido indígena Chusig, lechuza, de apodo Duende, supo en íntima tolerancia soslayar el insulto del poder, la inteligencia incomoda -decía- sólo lo fatuo del poder calza en la adulación y el alago falso, el poder se cree sus propias mentiras.
La más hermosa de las profesiones que posee el ser humano es sin duda el periodismo, esta responsabilidad posee sus avatares, en ese tramo muchos pueden llamarse como tal, pero no todos pueden serlo.
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