martes, 1 de marzo de 2016

PÁNFILO: la reinvención del azar


Dos (m)[1]

A Lolita

 
Qué detiene la noche,
la bastedad, la flama,
un espacio adolorido en todo el cuerpo

Qué detiene sino el leve gemir,
las otras palabras,
los labios lánguidos,
la afonía.
 
Qué has venido hacer
a diluir entre los dedos el corazón pardo,
a acariciar el lomo cenizo de mis silencios.

Qué has hecho que me duela
el corazón en todo el cuerpo;

¿Qué?
Si esta ausencia y vacío sólo se alivia
mientras acaricio con los ojos una imagen de hace tiempos,
mientras cuentas con los dedos, con todas las falanges,
el alcanfor de los años que me muestras,
maúllan las letras y se duplican,
se elevan, se entretejen, se quejan.

Al otro lado de esta ausencia,
atino que la sospecha abrace tu cuerpo como anaconda,
erupcione la fatiga en mitad de la noche
desordene el corazón, todas las palabras;
contigo está mi sangre,
dejándose leer en iniciales duplicadas,
agujereadas, desde hace dos insomnios
contigo va mi sangre,
a otro galopar debe acostumbrarse.

Muelles, pañuelos, distancias.
Mordiscos, besos, horizontes, tiques de ida,
estaciones, papeles inesperados, bolígrafos,
iluminaciones, dos o tres letargos, 
libros con apuntes en las orillas;
goteras en el lavabo taladrando la cordura
autos, un silbo difuminándolo todo,
un cuerpo (el tuyo) alumbrado por un sol pálido
necio testigo de esperanzar la caricia y el ansia,
el reptar manta raya sobre la piel, la codicia del cuerpo,
imagen apretada con los párpados, con todas las ganas;
la misma pregunta: Qué detiene mi noche
el hecho que me duela el corazón en todo el cuerpo.



[1] Publicado en Pánfilo, 2015. A: M.E.J. Lolita.

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