La
ficción y la historia se escriben para corregir el porvenir, para
labrar el cauce del río por el que navegará éste, para situar el
porvenir en el lugar de los deseos. La historia y la ficción se
construyen con las respiraciones del pasado y reescriben un mundo que
creemos haber perdido. Cada vez las fronteras entre los dos géneros son
menos claras.
El oficio de la escritura en ciernes permite poco tiempo para la reflexión, los condicionantes de la brevedad y la veracidad son cada vez desnutridos y ocasionales; este resultado no pretende en lo más mínimo la justificación la típica charlatanería sobre la ética o la deontología primaria del periodismo. Mas bien la queja general en el país, por ser menos incisivo en las localidades, carece del compromiso, la defensa, el ultraísmo o el “periodismo de investigación” a secas; Manuel Vicen confirma que “[...] ahora el periodismo ya es ficción. La sobreinformación que tenemos hace que lo que se sabe del mundo ya no sea real. Pero dentro de cien años, el que quiera saber lo que somos ya no tendrá que leer novela, porque el alma o la almendra de estos días es el periodismo. Una novela no puede competir con el telediario.”
La crónica, la entrevista, son géneros poco frecuentes por el oficio; al parecer la brevedad hace que nada trascienda incluso la “espectacularización” de la noticia convierte tan light todo lo escrito, o al extremo lo convierte en un síndrome social como el Alzheimer.
Durante el amanecer de la década de los 60, en América Latina y Estados Unidos comenzaron a publicarse relatos apegados fielmente a la realidad, pero narrados al estilo de una novela o de un cuento. Bajo el impulso de autores como el argentino Rodolfo Walsh con Operación Masacre (1957) y el estadounidense Truman Capote con A Sangre Fría (1965), surgió esa corriente narrativa conocida como Nuevo Periodismo, Periodismo Literario o Periodismo Narrativo.
La formación del periodista en cambio exigirá, más allá de la iniciativa de lo común en cultura general, que se conozca por lo menos la obra de Capote, y si seríamos más generosos con la construcción de la identidad los ensayos, o narrativa de Atanasio Viteri, la poesía descriptiva de Juan Abel Echeverría, por citas a palo de ciego, es decir por antonomasia.
Los Nuevos Periodistas que se sumergen donde pasan cosas, han de tomar contacto con desconocidos, se meten en sus vidas de alguna manera, hacen preguntas a las que no tienen derecho natural a una respuesta, pretenden ver cosas que no se tienen que ver, le esta dado ese premio así como la reivindicación en la palabra dicha.
El oficio de la escritura en ciernes permite poco tiempo para la reflexión, los condicionantes de la brevedad y la veracidad son cada vez desnutridos y ocasionales; este resultado no pretende en lo más mínimo la justificación la típica charlatanería sobre la ética o la deontología primaria del periodismo. Mas bien la queja general en el país, por ser menos incisivo en las localidades, carece del compromiso, la defensa, el ultraísmo o el “periodismo de investigación” a secas; Manuel Vicen confirma que “[...] ahora el periodismo ya es ficción. La sobreinformación que tenemos hace que lo que se sabe del mundo ya no sea real. Pero dentro de cien años, el que quiera saber lo que somos ya no tendrá que leer novela, porque el alma o la almendra de estos días es el periodismo. Una novela no puede competir con el telediario.”
La crónica, la entrevista, son géneros poco frecuentes por el oficio; al parecer la brevedad hace que nada trascienda incluso la “espectacularización” de la noticia convierte tan light todo lo escrito, o al extremo lo convierte en un síndrome social como el Alzheimer.
Durante el amanecer de la década de los 60, en América Latina y Estados Unidos comenzaron a publicarse relatos apegados fielmente a la realidad, pero narrados al estilo de una novela o de un cuento. Bajo el impulso de autores como el argentino Rodolfo Walsh con Operación Masacre (1957) y el estadounidense Truman Capote con A Sangre Fría (1965), surgió esa corriente narrativa conocida como Nuevo Periodismo, Periodismo Literario o Periodismo Narrativo.
La formación del periodista en cambio exigirá, más allá de la iniciativa de lo común en cultura general, que se conozca por lo menos la obra de Capote, y si seríamos más generosos con la construcción de la identidad los ensayos, o narrativa de Atanasio Viteri, la poesía descriptiva de Juan Abel Echeverría, por citas a palo de ciego, es decir por antonomasia.
Los Nuevos Periodistas que se sumergen donde pasan cosas, han de tomar contacto con desconocidos, se meten en sus vidas de alguna manera, hacen preguntas a las que no tienen derecho natural a una respuesta, pretenden ver cosas que no se tienen que ver, le esta dado ese premio así como la reivindicación en la palabra dicha.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario